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26.4.06

Porno



Me encanta el porno. De hecho pienso que debiera estar inscrito en los anales de toda sociedad como un placer más. Está la comida, la música, el baile y porqué no el porno.
A veces tengo ganas de comer algo salado, algo dulce, comida italiana o sushi, otras quiero escuchar música electrónica, relajada, chill in chill out, sandunguera y hasta cebolla romántica, también a veces me calienta ver una de bel ami, de peludos cochinones y hasta alguna guarrada medio kinky. Es totalmente comparable.
Mi primer approach al porno fue como a los 13 años en la casa de un compañero de curso. Estabamos un grupo de unos 6 en su pieza y él tenía un VHS con “Taboo”, una porno en la que el gran conflicto era que un joven ochentero se afilaba a la mamá. No lo podía creer!. Frente a mis inocentes ojos unas jugosas mucosas en plan de mete y saca que provocaban una erección de proporciones en mí y, lo más excitante aún, en mis compañeros. De hecho en las partes en que solo salía la mina (la madre en cuestión) yo me dedicaba más a mirar las reacciones de mis compañeros y cómo varios de ellos se tocaban la entrepierna aparentemente enhiesta. Muchos más no pasó y como éramos pendejos todo eran risitas incomodas y hueveos tontos propios de preadolescentes en grupo. Por supuesto después de eso y en la soledad de mi habitación apliqué Manuela como nunca antes… frente a tamaño estímulo era fácil evacuar la producción de mis gónadas al exterior (estoy mejorando mi lenguaje o no?).
Posterior a mi videoincursión y ansioso de más material para mis pajas descubrí que un compañero tenia una especie de PYME consistente en vender hojas de revistas porno (todas straight por supuesto) a precios módicos. El sistema era: 1) reunirse en una plaza afuera del colegio 2) proceder a la revisión del material gráfico 3) escoger la o las páginas que incluyeran aquellas imágenes que provocaran el mayor estimulo en el individuo 4) pagar la suma de $50 o algo así 5) el microempresario retiraba la pagina en cuestión de la revista 6) se realizaba la entrega del producto 7) correr a la casa 8) encerrarse en el baño 9) correrse la paja hasta la locura viendo el material recién adquirido. Normalmente el paso 9 se repetía durante varias veces en el día y la semana siguiente y subsiguiente hasta que el pobre pedazo de celulosa procesada terminaba hecha un estropajo. Mi elección siempre era aquella en que la imagen reprodujera a la lola siendo atravesada o saboreando el miembro de un robusto varón, aun cuando esas eran las más escasas ya que el material adquirido por mi dealer tenia carácter heterosexual y más cercano al softcore.
Ansioso por estímulos más cercanos a mis incipientes preferencias sexuales y aburrido de los catálogos de falabella y almacenes parís y sus calzoncillos abultados sin cara ni cuerpo (que en algún momento me hacia rechupete pero ya no tenían la misma gracia) descubrí en el dormitorio del hermano de mi amiga vecinita una revista de fisicoculturismo… zungas y músculos a destajo… eso era como el cielo para mí. Caliente siempre he sido pero ladrón nunca (bueno..casi..pero eso es para otro post), por lo tanto le eché una ojeada rápida y empecé a buscar en los kioscos de mi barrio si existían tales revistas. Para mi sorpresa y emoción había muchas y eran relativamente baratas. Igual reconozco que la primera vez que compré una me dolía la guata y me moría de plancha. Yo, un púber flaco lo más lejano al macho recio y a kilómetros del fisicoculturismo, comprando revistas para cabezas de músculo que buscaban la mejor manera de desarrollar el deltoide con pesos libres y en banco inclinado y la mezcla perfecta de batidos hiperproteicos. Eran bien chantas esas revistas, los paquetes se reducían a la mínima expresión (probablemente producto de los anabólicos, cuestión que sé ahora) y la cosa del músculo a mil y el aceite brillante en un cuerpo ultra depilado no lograba los efectos requeridos por mi ya insaciable deseo visual. Pero era lo que había.
A pesar de que veía algunas revistas porno en el mismo kiosco que me proveía de mis revistas de interés fisicocultural, no me atrevía a comprarlas y probablemente no me las habrían vendido porque era muy pendex. Además que el kiosco quedaba muy cerca de mi casa y por supuesto como uno anda mas perseguido que perro un día antes de la parada militar no estaba dentro de las posibilidades.
Tiempo después en alguna visita al centro de Santiago (que era un territorio completamente desconocido para mí en esa época) descubrí que la variedad de revistas porno era exorbitante. Un día me arme de valor y tome la micro y camine cuadras y cuadras hasta encontrar el kiosco mas escondido y menos visitado de todo el Paseo Huérfanos y pedí una revista.
- ¿me…eee.. da…. esa… revis..ta..? –
- ¿CUÁL?¿QUÉ REVISTA?
- eee…saa.. de aahí- apenas me salía la voz y sudaba como chivo
- AH, LA 100%
- Sii
- ¿Y QUE EDAD TENIS? – me decía casi gritando el viejo pesao.
- Dieciiocho? – no me la creía ni yo
- YA, SEGURO. TOMA, LUCA!
Pase la luca y salí corriendo más rápido que nunca. Metí la revista a la mochila sin siquiera verla y me subí a la primera micro que encontré. Una hora después estaba en el baño de mi casa, viendo como un tipo increíble y con una pija de dimensiones infinitas se afilaba arriba de una roca a una rubia de tetas tipo melón calameño. Para resumirles la historia me pajee unas 4 veces ese día y termine casi con jaqueca.
Mis visitas al centro se hicieron una costumbre y cada vez el dolor de guata se hacia menor. Todo bien hasta que a mi mamá se le ocurrió ordenarme el closet. Yo no me había dado cuenta de nada hasta que ella me dijo en la comida que había encontrado unas revistas medio cochinas en mi dormitorio y que no era bueno que yo viera esas cosas y blablabla. Yo, mudo, fucsia, agaché la cabeza y no dije nada.
Mi hermano tenia computador en su pieza y tenia conexión a internet, algo totalmente nuevo y raro para la época, pero como él estudiaba ingeniería cachaba “n” de computación y mis papás le pagaban la conexión “súper ultra rápida” vía módem. Por supuesto que el acceso al computador era casi imposible para mí, el pendejo que estaba en colegio y que no tenía porque acercarse ahí. Pero como siempre he sido insistente y metiche, apenas mi hermano salía yo me metía a navegar (si es que se le puede llamar navegar a esperar como 10 minutos a que baje una mísera y cagona foto).
PRRRIIIIIIIIIIIIÑIIIIIIIIPRRIIIIIIIIIIIIIII (sonido de módem conectando) y ahí estaba todo ese mundo nuevo a mi disposición. Pasaron varios meses hasta que me atreví a poner la palabra “gay” en un buscador, y de ahí no paré más. Menonthenet.com se transformó en mi nuevo kiosco de la esquina y a cero peso. Claro que mis desveladas hasta las 5 o 6 de la mañana borrando de a uno las putas cookies y los fucking archivos temporales de internet hacían bien tediosa la función (era Windows 3.1, figúrense).
Relatos eróticos impresos por miles, imágenes en carpetas zipeadas con clave, y uno que otro animated gif hicieron que me percatara que si me pajeaba frente al computador (o en cualquier otro lugar) por muchas horas seguidas sin acabar, las bolas se me hinchaban y me dolían como nunca, pero tenia una eyaculación de litros!!!!!.
Con el tiempo y junto a mis amigos del primer post, vi la primera película porno gay. Salían tres rubios con melenas tipo Jacskon Five muy ochenteras, con pirulas bien blancas y bien largas que se metían y se sacaban de todos los huecos imaginables (y sin condón). Después un cortito con un peludo que chupeteaba las botas de otro peludo en cuero y que terminaba follando en una especie de garage mecánico. Ahí tuve otro descubrimiento, me di cuenta que no solo las minas se mojan. Mis calzoncillos estaban todos pegotes con lo que descubrí (vía internet) se llamaba pre cum (o liquido preseminal).
Desde ese momento hasta hora mis mejores amigos en la soledad son e-mule, limewire y todos los peer to peer que me permitieron hacerme de una colección gigatomica de porno.