ESTE BLOG ESTÁ PENSADO PARA PERSONAS CON CRITERIO FORMADO Y SOLO PARA USO DOMESTICO. NADA DE LO MENCIONADO DEBERÁ SER TOMADO EN SERIO NI REPETIDO EN LA INTIMIDAD DE SUS HOGARES.

16.6.06

Oscuridades

Es impresionante el efecto que tiene la noche en el ser humano. Bueno, no necesariamente la noche, sino más bien la oscuridad o las oscuridades como también me gusta llamarle.
Aparentemente esta especie de anonimato lumínico hace que aflore nuestro lado salvaje. ¿Será el miedo al ridículo que se ve apaciguado por la ausencia de luz? ¿Serán nuestras inhibiciones que desaparecen junto con el astro rey? No lo sé, lo único que sé es que cada vez me impresiona más las reacciones que tiene el hombre (¿y la mujer?) en la oscuridad.

Yo no soy necesariamente un tipo asiduo a los cuartos oscuros, hiperoscuridades o laberintos vaporosos lúgubres, pero de vez en cuando, normalmente cuando la calentura y el alcohol acompañan, termino varado en algún tugurio del tipo.
La última vez que me vi metido en estos recintos de dudosa procedencia y poca monta comencé a elaborar una teoría que con el tiempo y la meditación posterior me hace más sentido. Los seres humanos somos animales en una etapa primitiva e instintiva al segundo posterior en que se apaga la ampolleta. Lo peor (o lo mejor) de todo es que me doy cuenta como yo, que me juro un tipo hipersensato y juicioso, me transformo también en un animal deseoso de sexo y lujuria fácil, barata e instantánea.

De acuerdo a mi teoría, la no exposición permanente a la luz es directamente proporcional a la animalización del Homo Sapiens. Es decir, mientras más tiempo el hombre pasa en la oscuridad más se revela ese animal interno y termina de hecho expresándose en cambios claros de su postura, modo de caminar y movilidad.
Una etapa inicial en la oscuridad transforma al hombre en un ser aún bípedo y de postura erguida pero cuya principal primatización se conforma en una desinhibición total y absoluta y una perdida de los límites y conciencia humana. El recién estrenado primate revela sus genitales excitados al resto de la concurrencia y permite sin ningún empacho el roce, toqueteo y sobajeo de ellos.
El proceso posterior tiende a una licantropización del ser humano. Vale decir, éste adopta una postura cuadrúpeda y una agudización de los sentidos del olfato y del gusto. El nuevo lobo o perro se para en cuatro patas y comienza a oler y saborear los miembros enhiestos de los primates erectos.
Ya en una última e irreversible etapa, el animal entra en un proceso de antropofagia que lo obliga a ingerir, comer y deglutir las presas de las dos razas anteriormente descritas. Este ser caníbal se alimenta de los jugos, sudores y excretas de las especies en una etapa evolutiva superior (¿o inferior?).
En mi caso sólo he alcanzado la primera instancia pero he sido testigo ocular (o más bien dactilo-genital) de las otras dos etapas.

No está de más aclarar que es fundamental la presencia de todos estos seres para que la cadena alimenticia sexual se desarrolle de manera correcta y propicia.


Adicionalmente y de acuerdo a mi experiencia, he descubierto un efecto adictivo incorporado al proceso de cuadrupedización del hombre. Este efecto es provocado por la presencia de adrenalina y endorfina en el torrente sanguíneo. Adrenalina secretada por la emoción de lo inesperado y endorfina producto del ejercicio físico y desgaste que el proceso involucra. Aparentemente y de acuerdo a la exhaustiva investigación que he desarrollado estos procesos se ven incrementados con la presencia de alcaloides del tipo eucaliptus, altas temperaturas y una excesiva humedad ambiente.

Lamentablemente y como un efecto secundario inevitable, la posterior exposición del cuerpo humano a la luz del sol deriva en un proceso doloroso de reantropomorfización cuyos principales síntomas son una severa culpa producto de la reconcientización del animal y un miedo extremo a la realidad compleja y luminosa del día a día.