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31.5.06

And the Oscar goes to...


Uno de mis deseos frustrados es el haber estudiado teatro. Siempre me ha llamado la atención eso de representar a alguien que uno no es o actuar de una manera completamente distinta a la que uno reaccionaría normalmente frente a una situación.
En cierto modo he logrado canalizar esa pasión por la representación usando a mis amigos y familia como mi “querido público”. Siempre soy el payaso de la fiesta., al que todos le piden que repita una y otra vez esa imitación imbecil de la chef mexicana del Gourmet.com que invita a “disfrutar los olores y sabores de esta tierra querida” y a poner “el chile nogado y la manita de cangreja con aguacate en este plato, porque este plato es muy bonito, porque este plato está cuadrado” Y yo por supuesto pongo mi mejor voz de mexicana tipo Kate del Castillo y me dispongo a divertir a mis amigos. Soy yo también el que primero se para a bailar y empieza a contornear la cintura y menear el trasero dejando a Beyonce como una aprendiz en esto de los movimientos pélvicos. Pero nunca es suficiente.
Tiempo atrás me encontraba yo junto a unos amigos en la ciudad jardín, pasando un fin de semana de sana recreación y divertimento a expensas de mi tía que amablemente me prestó su departamento. Como malos pa la fiesta y la chacota no somos, partimos recién llegados junto a mis amigos a una maricoteca de poca monta. Estuvo muy divertido todo pero no voy a contar lo que pasó porque para detalles de carretes hay miles de otros blogs a los cuales ustedes amables lectores pueden acceder. Una vez afuera del local en cuestión comenzó la búsqueda de comensales para un improvisado after hour en el depto de mi familiar. Como el alcohol y la temperatura corporal eran altos terminamos con unos bofes que jamás en mi puta vida habría siquiera osado abordar y que probablemente tres roncolas antes no habría permitido ni que me miraran (obvio seré suelto pero tengo mis encantos y no todos acceden a ellos, ejem).

Personaje 1: Cachetes de Soledad Alvear, piel color cetrino, cabellera abundante y larga con un moño. Guata de viejo cervecero y unos modales absolutamente rudimentarios.
Personaje 2: Barba de naufrago, torso de Michelin.
Personaje 3: Pómulos de Kiko, anteojos de Betty, flaco como un espárrago y ultra pavo.
Personaje 4: Una libélula cualquiera.

Ya instalados en nuestras dependencias temporales de solaz y después de un escandaloso intermedio musical empezó la repartición de los hombres. Libélula en el baño chupándome todo lo que es miembro, Michelin con mi amigo haciendo quizás qué en la pieza y Kiko, bien pánfilo parado en la mitad del living sin hacer nada, mirando a una pareja de otros amigos que estaban más doblados que churro. De repente irrumpe en mi habitáculo sanitario del placer Cachetes de Soledad Alvear y empieza a putearme sin ningún motivo. En realidad me puteaba y azuzaba a libélula a chuparme más el pirulo. De pronto sin saber como, libélula figuraba fuera del depto con su amigo Kiko y yo estaba en mi cama totalmente sumiso con la morsa bigotuda que resultó ser profesor. No me pregunten porque ni como pero me salio la Reese Witherspoon interna y empecé a interpretar lo que ha sido hasta ahora mi mejor performance.
- ¡Profesor! ¿Porque me trata mal? ¿He sido malo acaso?
- ¡Profe, profe! ¡Eso, sí, chúpeme ahí que me gusta!
A lo que el monstruo replicaba – !mira como me tenis! !Mira como me tenis¡, estoy caliente por vos, conchetumadre!
- Merezco un castigo profesor, me he portado muy mal- con mi voz más inocente y coquetona.
Una vez acabado lo que había que acabar, me entró el pánico escénico – My gosh, ¿que acabo de hacer? ¿Que hace este cachalote varado en mi cama? y que chucha dije!!!!!

La cosa no terminó ahí porque el susodicho una vez despachado con su amigo Michelin se dio cuenta que había perdido su celular y yo en calzoncillos salí a entregárselo al pasillo con la mala cueva que un chiflón loco cerró la puerta de entrada. Nueve de la mañana, yo casi en pelotas golpeando como idiota la puerta, tocando el timbre, gritando por debajo del choapino y nada. Mis amigos, por supuesto, en un coma profundo del que difícilmente saldrían en unas seis horas.
- ¿Quien mete tanto ruido?- el conserje aparece
- ¿que hace usted vestido así? Acaso no sabe que en este edifico viven niños y ancianas?- insistía con tono de inspector de colegio
- ¿Y acaso cree que estoy feliz? ¡Me quedé afuera!. – dije con una mezcla de rabia e impotencia.
Tras eso y en mi nueva posición de vedetto por accidente, intentaba dormitar en cuclillas sobre el felpudo que raspaba mis níveas nalgas, mientras una tropa de conserjes y auxiliares trataban de entrar por el balcón para salvarme de la humillación al gratín que estaba viviendo. Finalmente una vez adentro pude descansar, para despertar unas horas después a revelarles el periplo vivido a mis sorprendidos y cagados de la risa amigos.

Luego de mi actuación más memorable han sido varias otras las que han seguido pero nunca con finales tan inesperados y avergonzantes. Un clásico, - ¡soy tu putita, métemela entera! emitido por un amante de turno, al que yo le replicaba - ¡soy tu papi, cómetela toda! O a lo más una simulación de macho hétero - ¡que chucha te pasa maricón culiao, ¿querí que te la meta? terminaban en una buena corrida y punto.
Creo que el papel del alumno inocente con su maestro lo dejo vacante para otro interprete actoral.